Tras la muerte de la Reina Isabel de Borbón a los 41 años, el 6 de octubre de 1644, el Rey Felipe IV sucumbió a un gran estado de melancolía y tristeza. A esto se le sumó la muerte del heredero al trono de la Monarquía Hispánica, Baltasar Carlos de Austria, lo cual fue un durísimo golpe para él, en el año 1646. Tras todo esto, escribiría sobre su difunta esposa: “Me veo agobiado de insoportable tristeza, pues en una sola persona he perdido cuanto pudiera perder en este mundo”.
Para remediar esta tristeza, y en su búsqueda por un nuevo descendiente varón que fuese su heredero universal, Felipe IV se casaría con su sobrina de 15 años de edad, Mariana de Austria. La futura Reina llegaría a España proveniente de la Corte de Viena, encontrándose aquí desafortunadamente para ella la denominada “etiqueta austriaca” de Madrid, más rigurosa que la de la Corte que venía.
Si la Reina iba o quería realizar algún acto que se saliese del protocolo establecido, su camarera mayor, la Condesa de Medellín, se dirigía a ella inmediatamente y le advertía severamente sobre cómo debía de actuar ante la situación en la que se encontraba. Por poner un ejemplo, si Margarita se reía en público donde no le tocaba, la Condesa rápidamente exclamaba: “¡Las Reinas de España no se ríen en público!”.
Una ley particular de esta etiqueta protocolaria fue precisamente la de que a las Reinas de España no se les permitía andar, ya que según el principio regido en la época, las Reinas debían ir siempre en coche, y sobre esto existe una anécdota conocida que muestra el poco agrado que tenía Mariana a esta curiosa imposición palaciega.
En una ocasión, pasó Mariana con una serie de acompañantes cortesanos por el pueblo de Tolosa (Guipúzcoa, España) donde existía la fama de que en ese lugar se fabricaban muy buenas medias de seda. A la Reina le ofrecieron allí varios paquetes de diversos colores, lo que provocaría el enfado de su Mayordomo Mayor, Alonso Fernández de Acuña, que cogería aquellos regalos y se las arrojó a los diputados de la ciudad diciéndoles: “Habéis de saber que las Reinas de España no tienen piernas”.
Mariana, que no entendía aun del todo bien el castellano, entendió la frase al pie de la letra, y comenzaría a llorar diciendo que si hubiese sabido que iban a cortarle las piernas, se hubiese quedado en Viena y no hubiese venido a España.
Fuentes:
– ‘Sexualidad, psiquiatría y biografía’, Ángel Luis Montejo González.
– ‘Las anécdotas de la política. De Keops a Clinton.’, Luis Carandell.
– ‘¡Las Reinas de España no tienen piernas!’, SecretosCortesanos.com (https://blog.secretoscortesanos.com/post/165022803555/las-reinas-de-espa%C3%B1a-no-tienen-piernas).
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