“Eres los Estados Unidos, / eres el futuro invasor / de la América ingenua que tiene sangre indígena, / que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”.
Así comienza este peculiar poema del escritor y poeta nicaragüense Rubén Darío, escrito en el año 1904, durante la presidencia de Theodore Roosevelt. En este, denuncia la gran intromisión llevada a cabo por el gobierno de los Estados Unidos en el centro y sur del continente americano.
Además de destacar el carácter reivindicativo y social del poema, resulta curioso como el poeta utiliza las raíces españolas e indígenas, juntas, uniéndonos bajo una Hispanidad común, para plantar cara a un país todopoderoso que lleva a cabo políticas injustas de carácter intervencionista, las cuales habían perjudicado al pueblo y tierras sudamericanas desde hacía ya años.
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Sin duda, es una obra interesante y valiosa, no solamente de la América hispana, sino de todo el mundo, para entender las relaciones entre el norte y el sur de dicho continente. Por eso, merece la pena leerla y analizarla.
Aquí pondremos únicamente un fragmento en el que habla sobre la naturaleza hispanoamericana, cuyas raíces emanan de unos padres llamados indigenismo e Imperio Español, para señalar qué opinaba el poeta sobre esta situación, contraria al futuro que el imperialismo yankee les quería imponer:
“Mas la América nuestra, que tenía poetas / desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl, / que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco, / que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió; / que consultó los astros, que conoció la Atlántida, / cuyo nombre nos llega resonando en Platón, / que desde los remotos momentos de su vida / vive de luz, de fuego, de perfume, de amor, / la América del gran Moctezuma, del Inca, / la América fragante de Cristóbal Colón, / la América católica, la América española, / la América en que dijo el noble Guatemoc: / «Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América / que tiembla de huracanes y que vive de Amor, / hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive. / Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol. / Tened cuidado. ¡Vive la América española! / Hay mil cachorros sueltos del León Español. / Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo, / el Riflero terrible y el fuerte Cazador, / para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!”
El poeta retrata que, tanto las grandes épocas y figuras del pasado como el paisaje y los habitantes de hoy día en Hispanoamérica siguen vivientes (“soñando, amando y vibrando”) en lo que es “la hija del Sol (que no se ponía)”, la digna y asombrosa América española. ¿Qué opinas al respecto sobre este poema? ¡Coméntanos!
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