Que Diego Velázquez fue un maestro de la pintura universal y uno de los pintores más reconocidos y con más prestigio de la historia es algo indiscutible. Muchos autores, han sido aclamados años después de su fallecimiento, pero este pudo apreciar los cumplidos durante su vida, y no es para menos, ya que su estilo, pintadas y su dominio de la luminosidad le convirtieron en pintor del Rey Felipe IV a la temprana edad de 24 años, y posteriormente Pintor de Cámara, el puesto artístico más relevante durante esa época.
Los expertos en pintura, señalan que en los últimos años de su vida (donde pintaría obras mundialmente conocidas como ‘Las Meninas’ o ‘Las hilanderas’), su estilo se convirtió en más esquematizado y abocetado, y el dominio de la luz en sus obras fue algo espectacular. En este periodo de gran madurez, realizó un segundo viaje a Italia donde se le realizó un encargo por parte del Vaticano: un retrato al Papa Inocencio X.
Cuentan que, cuando Velázquez terminó en Roma el retrato, el Papa Inocencio X comentó “Troppo vero” o lo que viene a ser significando en español “demasiado real”. Esto fue entendido tanto como una alabanza, como una crítica, ya que el Pontífice le hubiera gustado posiblemente que embelleciera un poco más su persona dentro del retrato, reconociendo por tanto la exactitud con la que habría logrado tal obra. A pesar de ello, el Papa le condecoraría con una cadena y una medalla de oro.
La exactitud que mostraba el cuadro era tal, que según cuentan, un cardenal se acercó a la habitación donde estaba el cuadro acompañado por algunas personas más, y al ver dicho retrato a través de la puerta entornada el cardenal dijo: “Bajad la voz, pues Su Santidad parece estar descansando”.
Otra anécdota acerca de la realidad de sus obras le sucedió a Felipe IV en Madrid, esta vez tras ver un retrato realizado por el pintor sevillano a su esclavo, al que formó en su taller como pintor barroco, Juan de Pareja. El monarca, que llegó al estudio del pintor, al ver el cuadro al fondo y creyendo que era Juan en persona, le gritaría irritado: “¿Todavía estás aquí? ¿No te ordené que te marchases inmediatamente?
Sobre este cuadro, que se expuso en Roma durante una exhibición en el Panteón, el pintor barroco flamenco que se formó en dicha ciudad Andrés Smidt vería el retrato de Juan de Pareja el 19 de marzo de 1650 y quedaría impactado. Sobre ello, el pintor y tratadista español Antonio Palomino escribiría: “Contaba Andrés Esmit (pintor flamenco en esta Corte, que a la sazón estaba en Roma) que (…) se puso este retrato con tan universal aplauso en dicho sitio, que a voto de todos los pintores de diferentes naciones, todo lo demás parecía pintura, pero éste solo verdad”.
Fuentes:
– ‘Pintura barroca en España’, Alfonso E. Pérez Sánchez.
– ‘Velázquez en Italia’, Salvador Salort Pons.
– ‘Las anécdotas de la política. De Keops a Clinton’, Luis Carandell.
– ‘El museo pictórico y escala óptica III. El parnaso español pintoresco laureado’, Antonio Palomino.
– ‘Noticias sobre pintores madrileños de los siglos XVI y XVII’, Mercedes Agulló Cobo.
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