En 1584, sucede la repentina muerte del Gobernador de Peñalosa. El político español Santiago de Vera, como Presidente de la Audiencia, se convierte en el sexto Gobernador General de las Filipinas y Molucas.

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Nacimientos y fallecimientos

– En 1540, nace San Pascual Bailón, fraile franciscano español, patrón de las obras, asociaciones y congresos eucarísticos. Se le atribuyen varios milagros, entre ellos el haber tenido una visión de Cristo en la Eucaristía. Además, escribió dos devocionarios.

– En 1696, fallece Mariana de Austria; Reina consorte de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, Regente del Reino de España, Duquesa consorte de Milan, Duquesa titular consorte de Borgoña, y Soberana consorte de los Países Bajos. Fue la segunda esposa de Felipe IV.

La causa de su muerte fue un cáncer de pecho, y murió la noche del 16 de mayo en Madrid, «cuando las tinieblas cubrían por completo la luz de la luna».

Escudo de Mariana de Austria

Uno de los testigos del momento, el Barón de Baumgarten, describió lo que pasó aquella noche:

«Miércoles 16, a las doce menos cuarto de la noche, en el instante mismo en que se hacía más visible el eclipse de luna, falleció la Reina, en las casas de Uceda, donde vivía. A las cuatro de la mañana se abrió el testamento, y después se expuso el cadáver en el estrado. Al domingo siguiente lo trasladaron a El Escorial con la pompa de costumbre. Según pudo ver mucha gente, al sacar el cadáver de la caja mortuoria una paloma estuvo revoloteando buen rato. Una monja que ha servido en el cuarto de la Reina difunta, al tener noticia de su muerte, pidió un recuerdo de ella, y le dieron una de las camisas de noche de Su Majestad. Esta monja, paralítica desde que entró en el convento, metió la camisa en su cama, y a la mañana siguiente amaneció completamente curada.»

En 1699, estando Carlos II en el Escorial, se cambiaron algunos féretros de lugar, lo que aprovechó para mandar abrir el de su madre. El Conde Harrach escribió al Emperador Leopoldo sobre lo que sucedió:

«…estaba todo el cuerpo sin descomponerse y la carne de la cara y las manos tan intacta como si Su Majestad acabase de morir; todo el traje y el manto, que era de tafetán de seda, estaba en tan buen estado como si se hubiese acabado de hacer. Su Majestad el Rey en persona me instó a que lo mirase y tocase todo para que pudiese dar cuenta detallada a Vuestra Majestad Imperial. No se notaba tampoco el menor olor.

Se estudian ahora todos los milagros que sucedieron a la muerte de Su Majestad, y me han asegurado que cuando Su Majestad se iba a morir pidió que no la abrieran ni embalsamaran. Pero como Su Majestad el Rey dispusiera que se hiciese y los médicos y cirujanos abriesen la camisa para hacer la operación, enrojeció súbitamente el rostro del cadáver, con lo cual se asustaron tanto los médicos y cirujanos, que cayeron de rodillas y pidieron a Su Majestad que los perdonara, porque lo habían hecho por orden del Rey, con lo que, después de abrirla, se volvió a poner pálida la cara.«


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